domingo, 31 de mayo de 2009

"Hola Francisco..."



No sabía si abrirlo o no… decía mi nombre afuera del sobre, así que no me pude resistirme más y lo hice… lo pude abrir finalmente. “ Hola Francisco… espero que el que esté leyendo esta nota seas tú y no otro, pues si no fuera así nos meteríamos en grandes problemas. Ya sabes para que te escribo. Me gusta hacer recordártelo… tal vez me excite un poco eso de lo prohibido y saber que después de todo, las cosas al día siguiente irían a transcurrir como si eso no hubiera pasado. Diez y treinta en el Marshell Hotel.”

Estaba demasiado confundido, no sabía quién era esa persona, y que era lo que quería… aparentemente ya me había conocido y yo también a ella, pero yo no me acordaba de nada. Quise guardar la nota en mi bolsillo para que nadie la viera… no quería que mi vieja se enterara de mis escondidas, de las que no me acuerdo, con la remitente. Subí a mi cuarto y me doy cuenta que olvidé la tarjeta en la cocina, bajo rápidamente y el sobre… ese misterioso sobre había desaparecido.

Siete pm de la noche-tres horas y media antes de mi inesperada cita-, me siento a comer acompañado de mi familia con el propósito de decirles que tendré que ir a casa de Lucho – compañero de clase- para hacer un trabajo de Geométrica. Papá, mamá y yo sentados comiendo, solo se puede escuchar el sonido del tenedor y cucharas de esas 3 personas que aparentan estar unidos en las reuniones, pero en casa… se comportan como desconocidos. “Tendré una reunión hoy a las diez en casa de Lucho” – les dije -, ellos dejaron a un lado su concentración en los platos de comidas y los dos, sincronisadamente, asentaron con la cabeza.

Ocho y treinta de la noche, la empleada se va y nos quedamos mis viejos y yo. Son las nueve y media y me comienzo a alistar.... creo que iré con un estilo formal, que no diga lo desesperado que estoy y en especial que oculte esa inseguridad y a la vez emoción que sentía al querer conocer a la chica anónima. Son las diez en punto y mi viejo sale de la casa a su reunión de trabajo, diez minutos después hago lo mismo.

La hora llegó. Me encuentro al frente del hotel cinco minutos antes del tiempo previsto por ella. Quiero entrar, pero decidí esperarla afuera del Marshell… diez minutos después abrí la puerta de la entrada del hotel y me senté en una de las sillas de espera. Sigo esperando 10 minutos más… mi mirada sigue fija en esa puerta, dos minutos más tarde veo entrar a una chica rubia… dos segundos después veo al novio de ésta cogido de su mano. Me siento traicionado por una chica a la cual ni siquiera conozco… no sé porque me siento frustrado… no sé quien es ella… realmente no lo sé. Deprimido y decepcionado de la vida me preparo a pararme de la silla, veo aquella puerta por última vez antes de estar completamente parado… no pasa nada… cinco segundos después una muchacha morocha de, aparentemente, veinte y seis años entra, casi de inmediato la reconozco… “es mi nacha” – me dije-. Quería esconderme, pues se iría a sentir incómoda si me viera, además ella me iría a preguntar qué estaba haciendo en el hotel a esas horas de la noche y no en la casa de Lucho, entonces sutilmente comienzo a caminar hacia la puerta sin que me viera. Una, dos, tres… último escalón.Ya estoy afuera del hotel. Miro a los costados y no veo a ningún conocido, inmediatamente silbo a un taxi. Abro la puerta y le pregunto cuánto me cobra hasta la Victoria… “7 soles”- me responde el humilde taxista-. Son ya las once de la noche y mi sueño de conocerla se había destruido. Quise abrir la ventana del carro porque hacía calor y además quería despedirme de aquel lugar que, por unos cuantos minutos, me hizo sentir lo excitante que era mi vida, volteo a la derecho y… veo a mi padre entrar al hotel, quise saludarlo pero me dio vergüenza. “Que extraño” – me dije-, mi viejo debería estar en su reunión de negocios y además lo que traía en sus manos se me hacía familiar. No más de 5 segundos habría tardado esa escena, pero la sentí como de 5 minutos. El sobre que sostenía mi viejo era el mismo que encontré en la cocina… me quedé petrificado… no quise mirar más, pero vi algo que me dejó entender todo lo que estaba ocurriendo. Mi viejo entre sonrisas y miraditas saludó a la chica morocha que vi pasar minutos antes – mi empleada-, después de eso, los dos subieron por el ascensor riéndose y abrazados como si ellos estuvieran realmente seguros que esas reuniones nunca irían a acabar... hasta ahora.

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