jueves, 28 de enero de 2010

"...Pero algo desapersibido por unos segundos no cuadró en lo que veía"


¿Qué hace que uno repentinamente renuncie a sus sueños?... acaso… ¿Es uno mismo?... o son aquellos poemas hecho personas, perfectas a simple vista, capaces de inspirarte a ser perseverante porque los ves y te dices: “Yo también”, pero… que pasa cuando te das cuenta de lo humanos e imperfectos que pueden llegar a ser ellos. Tan humanos e imperfectos como tú cada vez que tus aspiraciones son perturbadas por lo conformistas y sistemáticos… que inconscientemente te hacen perder la confianza en ti mismo para lograr todo lo imaginable… esa de la que creemos que sólo Jesús lo puede lograr: “Mover montañas”. Eduardo, proveniente de una familia católica… ejemplar para quienes los conocían… filántropos por naturaleza. Siempre tenía la convicción de poder llegar a ser un buen padre… el suyo le servía como ejemplo. Carlos, su viejo, trabajador… muy hogareño… querido por todo el mundo… y a pesar de nunca combinar su forma de vestirse… nadie era capaz de juzgarlo… pues él era más que una simple cáscara de huevo… era un hombre de buen corazón… una cáscara de huevo cuando se rompe ya nunca más sirve… eso fue lo que pasaba con su único estilo al vestirse… pero una vez que rompía las reglas de matices y misceláneas de los colores… por sus buenos actos siempre lo recordaban. Un sábado, Eduardo fue a hueviar con su amigo del alma… literalmente… después de haberse conocido en el cole y coincidir con sus gustos en música, carrera, objetivos… ellos hicieron un ritual en la que entregaban su alma a Dios para ser fieles servidores con la condición de que nunca esa amistad… esa buena amistad se lograse destruir, algo freaki… pero eficiente… pues llegaron a compenetrarse más y adquirir una amistad mucha más sólida... tan sólida como no dejar que uno se copie durante los exámenes porque así no iba aprender nada. Estos dos grandes patas siempre se reunían los sábados en el parque San Agustino… les gustaba hablar… a él le gustaba la política y a Francisco, su broer, la cultura… siempre buscaban conocer cosas nuevas… intercambiaban nuevos conocimientos… eso siempre les resultaba entretenido. Habían tenido este ritual de todos los sábados, sin que nadie lo sepa… pues querían un aislamiento total de todo lo que conocían, hasta que… algo pasó. Hablando sobre por qué ahora los jóvenes no son capaces de retomar su vida… o mejor dicho tener la vida que sus viejos quieren – la del buen camino del Señor- en este nuevo siglo, Francisco confesó que el desarrollo tecnológico era el culpable… y él… pues es el único que podía cambiar esa situación, a Eduardo le pareció medio ambiguo lo que dijo… no había conexión alguna, entonces le pregunto por qué dijo eso, y Francisco le contesto: “Me gusta ver pornografía”… y Eduardo le contesto diciendo: “ Y yo soy adicto a eso”, después de reírse por esa tremenda revelación, los dos coincidieron que mientras uno no cague a terceros y sólo se cague a sí mismo… no hay problema… la pornografía para ellos era parte de su intimidad… la que nadie puede ver. Francisco volteó para ver si es que alguien conocido los había escuchado, entonces reconoció al viejo de Eduardo a 20 metros de ellos… Eduardo se sintió cagado… ahora tenían que cambiar de lugar de encuentro… pero algo desapercibido por unos segundos no cuadró en lo que veía… su viejo se encontraba caminando con una chica joven… no le resultaba conocida… entonces presenció un beso entre ellos… petrificado por tan inesperada “sorpresa” y angustiado en su silencio… cerró los ojos y calculo… exactamente 3 segundos… lo huevón que fue en fijarse en otro y no en sí mismo para alcanzar lo inalcanzable… que antes era ser un buen padre, pero ahora no podía pensar en otra cosa más que la de cómo manejar esa situación.

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